lunes, 7 de julio de 2008

CULPABLE !!!!

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Los padres utilizamos dos técnicas educativas para lograr que nuestros hijos se mantengan dentro del límite de lo social y moralmente aceptable. A una se le conoce como resistencia a la tentación, y consiste en castigar (lastimar) al infante para que no cometa la conducta inadecuada. Este castigo condiciona al sujeto al dolor que produce la sanción. Es decir, genera miedo. Cuando papá y mamá no estén, la sola idea de violar las reglas le producirá temor y sufrimiento anticipado, entonces evitará sentir la sensación desagradable. Si el sujeto se autocontrola y se porta bien, no aparece la ansiedad.

La otra técnica no induce miedo, sino culpa. Aquí los padres no castigan introduciendo un aversivo externo, sino que hacen sentir mal al niño por haberse portado mal. Por ejemplo, supongamos que un muchacho rompe un jarrón de porcelana fina y la mamá comienza con un lamento desdichado, reiterativo y sostenido sobre cuánto quería el dichoso jarrón. La tragedia en grado superlativo. Al muy poco tiempo, el pequeño transgresor, sentirá en carne propia el dolor de su madre. Lo experimentará con penitencia, con culpabilidad: “Mi mamá está sufriendo a causa de mi descuido...Soy el responsable de su dolor”. Es probable que al no soportar más la situación, pida perdón: “Perdóname mamá. Me equivoqué, soy un torpe. No lo vuelvo a hacer”. Acto seguido, la madre recompensa doblemente al niño: deja de echar cantaleta (le quita el aversivo) y lo abraza con ternura (lo premia afectivamente).

Si este estilo se vuelve costumbre, el niño se sensibilizará al sentimiento de culpa como si fuera un choque eléctrico. Cuando los papás no estén, se portará bien para no sentirse culpable, es decir, evitará la incomodidad del remordimiento. En realidad, uno puede asumir la responsabilidad del dolor causado e intentar repáralo sin atacar la valía personal:”Me equivoqué. Asumo mi responsabilidad. Realmente lo siento mucho y me duele lo pasó...Intentaré remediarlo…”. Esto es suficiente. No hay que suicidarse emocionalmente para reconocer los errores. Puedo sentirme consternado y muy preocupado, pero aún así mantenerme digno frente a la equivocación.

Una verdadera educación por valores, no debe incluir miedo ni culpa, sino convicción razonable. O lo que es lo mismo: creencia valorativa. No robar, porque va en contra de mis principios, es distinto a no robar porque no quiero sentirme malo o porque me da miedo que me pillen. En el primer caso actué por una motivación ética, en el segundo, para evitar el malestar.

Un estilo de vida cargado de culpa, es como un carro con el freno de emergencia puesto. Todo es lento y complicado. La espontaneidad cede paso al temor, y cada actuación se somete al escarnio interior a ver si pasa el examen. No digo que debamos despreocuparnos de nuestros actos y obrar con libertinaje, lo que sostengo es que como seres racionales y conscientes, podemos recapacitar sin flagelarnos y aprender sin condenarnos.


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