viernes, 8 de agosto de 2008

LA RUTINA.

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La gran mayoría de las parejas que llevan varios años de unión infortunadamente lo han experimentado o lo viven conscientemente o inconscientemente: Una gran insatisfacción. Y no porque no se quieran. Simplemente porque el matrimonio cae con demasiada frecuencia en una rutina que va convirtiendo a las dos personas en compañeros que comparten un espacio, trabajan para sacar adelante a sus hijos y para consolidar un espacio laboral. El resto de tiempo se va en atender a la familia- padres, hermanos, tías, abuelos, primos, etc.- y en cumplir con los diversos compromisos –compras, colegios, amigos. Lo peor es que a pesar de las apariencias y de los logros económicos y sociales, la sensación de vacío es cada vez más profunda.

Debido a las presiones y a las exigencias de la vida actual, el matrimonio ha ido perdiendo su esencia. De allí el cansancio, el aburrimiento y esa pregunta ¿Es esto todo? Claro que esa inconformidad que puede ser momentánea o padecerse a largo plazo tiene remedio. Aquí lo que se requiere es centrarse más en la pareja, valorarse mutuamente y, sobre todo, reencontrar el valor de esa unión en el alma y el espíritu. Para ello se necesita deponer el ego y rescatar el respeto como formula para el conocimiento total, el amor profundo y la valoración absoluta, única manera de deponer peleas, quejas y aburrimiento. En muchas parejas las relaciones no se valoran ni se respetan. “la gente le presta más atención y cuida mejor su auto que su matrimonio”. Eso, para no mencionar el cinismo y los chistes que se hacen entorno al matrimonio.

Pero, ¿Que hacer para lograr ese lazo que conlleva crear una buena familia, una buena comunidad y, como resultado, un mundo mejor? Simplemente, y aunque asuste a muchos, introducir algo de espiritualidad a las relaciones; lo cual no significa religiosidad, ritos o sacrificios, sino disfrutar y vivir un poco más al otro. Teniendo en cuenta que Dios instituyó el matrimonio, y como creador tiene la bendición que cada familia necesita.

También se hace necesario recapturar esa emoción del enamoramiento. Establecer unas horas en las que ninguno de los dos tenga permitido censurar o criticar. En vez de eso hablar de lo que valoran en el otro. Y elogiar esas cualidades que hay en cada uno. Desháganse de sus viejas imágenes. Primero observe las imágenes que tiene de si mismo(a). Tal vez piensa que no es suficientemente bueno(a) o no es tan brillante. No importa si la imagen es positiva o negativa; ambas le mantienen atado(a) a un ciclo de esperanza y frustración. Desháganse de la ira acumulada. Los resentimientos no resueltos crean grandes barreras. Hay que destruirlas, ladrillo por ladrillo. Actúen como lo haría con alguien a quien respetan profundamente. Sin gritar, sin insultar, sin ofender. No remuevan el pasado.

Restablezcan la confianza. El conocimiento de que su matrimonio es una prioridad se debe tener muy presente, el amor sin otros intereses; Libertad del temor al abandono; confianza en su intuición y valores.

Busque y centre el amor: Todos deseamos sabernos amados y aceptados. Todos sabemos que los niños lo necesitan y lo merecen, pero como adultos pretendemos estar satisfechos con menos y eso es un error. Borre los pensamientos negativos. Limpie su mente de imágenes suyas y de su pareja, dígale a la otra persona que la ama, déle sentido a sus palabras y hágalo con frecuencia. Recuerde que en gran parte depende de nosotros, poder mantener nuestro hogar firme, y esto tiene mucho que ver con nuestras actitudes.

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